Nunca había visto a Pablito tan nervioso. Se movía de un lado para el otro y se ponía de puntas con un pie y luego del otro. Aún afuera de la iglesia antes de casarse le pregunté si estaba nervioso, me dijo que no. Tenía unas ojeras profundísimas, no dormiste bien, le dije. Mi pregunta no fue muy original dos de cada tres invitados que iban llegando a la pequeña capilla le repetían la pregunta de que si estaba nervioso, a las últimas creo que ya no respondió y sólo sonreía. Yo también me puse nervioso, no sé bien por qué, pero tal vez porque nunca me había imaginado realmente al Pablo en esos afanes, quizás sí, pero en plan juego, el matrimonio de nosotros en el futuro era siempre cuando seamos grandes, responsables y maduros, o sea nunca. Pero ahí estaba yo, cero experiencia, incluso como asistente. Había llegado a la iglesia con mi regalo para los novios y uno de los asistentes a la boda me miró extrañado, y me dijo que nunca se llevaban los regalos a la iglesia, sino que se dejaban antes en la casa de los novios, yo ninguna idea de nada, tuve que guardar el regalo en mi auto y aún lo tengo ahora 2 días después, voy a llevarlo espero mañana, porque me siento bastante tonto con el regalo. Esto de los códigos nupciales se me da muy mal.
El nerviosismo de Pablo creo que empezó a conciliar con la llegada de la novia, quizás porque ella estaba en la misma situación, compartir con alguien la carga, acompañarse en las buenas y en las malas, de eso se trata y por lo menos ahí estuvieron muy bien tanto Adriana como Pablo.
A mitad de la ceremonia tuve que correr rumbo al cine donde inaugurábamos nuestro Festival. Llegué directo a un micrófono a dar la bienvenida a los asistentes a nombre de la Alianza y del Cine Center, presenté a la directora y al Gerente del Cine de quien pronuncié mal su nombre, pero él ni se dio cuenta. La película no estuvo mal. A la salida me llamó al celular mi comadre hermana y cómplice desde mi llegada a la llanta la Marianna Dotzauer, la chica más cochala léxicamente hablando. Me invitó para ir a una guitarreada, le dije que la recogía en diez minutos. Cuando la recogí se sorprendió de la noticia que en realidad no íbamos a su guitarreada sino a la fiesta del matrimonio del Pablito. Así que la llevé en jeans y solera japonesa a bailar como descocidos (pueden ver algunas fotos en el album de Cocha), como ella es vegetariana, en la cena comí doble. El Pablito estaba lindo, elegantísimo y seguro como es él, la persona más segura de las personas que he conocido en mi vida y quizás por eso me gusta estar cerca de él por esa seguridad que irradia. Seguridad de que será amigo siempre, de que si se metió en esto del matrimonio amará y logrará construir zu caza con zu mujé, zuz hijoj, zu buen zuerdo y zu coche y como debe de zé, como un zeñó (como dice mi querido amigo José Luis Aparicio).
En algún momento sacaron sombreros carnavaleros y toda la fiesta se animó más aún con rondas por todos lados. Dos amigos del Pablo se quedaron sentados toda la noche en una mesa, no estaban con pareja pero los vi contentos, cada vez más abrazados, más sonrientes y al parecer borrachos.
Novedad para mí, voy a dar un módulo de redacción en la Universidad Franz Tamayo y volver un poco a esto de la enseñanza. Veremos, espero sobre todo poderme despertar, durante un mes y medio debo despertarme a las seis de la mañana o antes, las clases comienzan siete menos cuarto.
Lo del festival marcha bien, bastante gente y pues el cine está lindo, no hay donde perderse y las pelis pues me están gustando bastante.
Siempre abrazos.